- Blanca Jal
- 7 mar
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En los tiempos de Unizar, el Capitán solía decirme que tenía los ojos amarillos. Y que era totalmente impar. Me picaban ambas cosas. Tenía los ojos azules, con unas rayitas amarillas, pero en conjunto, azules. Y no me sentía nada impar. Simplemente creía que pareaba con poca gente. Y, la verdad, para mí era un alivio. Había, hay, mucha gente que me sobra. Y lo digo sin acritud. Es sólo algo que me ocurre.
Veinte años después, Capitán, tenías razón: las rayas amarillas se han apoderado del azul y empiezo a asumir eso de tener los ojos verdes, que no lo son, pero lo parecen, por un principio muy simple de la mezcla que sale entre los primarios azul y amarillo.
Tú sabes que te va a alcanzar. Y que, a veces, lo mereces. Y nunca es para tanto. Lo harías otros veinte años más.
Y en cuanto a ser impar, cada vez lo veo más claro. Y cada vez lo llevo mejor. Uno es como es. Y si es uno, uno es. No puede ser dos. No vayan a creer que eso me vuelve asocial ni nada parecido. Me gusta la gente. Me encanta mi gente. Los busco y me gusta que me busquen. Me requeteencanta hablar. Soy mala escuchando, pero lo intento. Me agrada compartir. Y agradezco que me compartan. Pero también disfruto -a veces, demasiado -la soledad. Me entretiene pensar. Imaginar. Divagar. Me gustan mis propias reflexiones. Cada vez confío más en mi instinto. Y ya no me asusta quedar mal. Ni me molesto en dar explicaciones. Me he vuelto un poco desconfiada. Pero creo que está totalmente justificado. Y, sin embargo, he elevado la confianza en mí misma a niveles de esos tiempos de Unizar. O más.

Como si pudiera desafiar a la ley del embudo de la que tanto nos hablaba mi padre de niños. La vida es un embudo, empezáis en la parte ancha y, vuestras decisiones, la estrechan. Vosotros elegís si queréis tener más o menos opciones, hay puertas que si las cierras hoy, no se volverán a abrir. Mi padre dice muchas cosas cíclicas. Nos las ha repetido cientos de veces. El notable es de mediocre. Solo hay dos tipos de dinero: el que te sobra y el que te falta. Ignora el que te sobra, ocúpate del que te falta. Trabajas para ti. Los hijos que no tengas tú los tendrán otras y ocuparán su lugar. A mí, con 15 años, me parecía tremendamente injusto que me responsabilizara, en casi todas las comidas, del descenso de natalidad.
Ya se ha dormido la ciudad. Y quedamos los de siempre.
Como era una impertinente un día le dije que si quería que me pusiera a ello, para resolver lo de la baja ratio de hijos por mujer. No volví a hablar en las siguientes 3000 veces que sacó el temita. Lo cierto es que tenía razón. Han nacido 200.000 niños menos este año que aquél. No me siento responsable, que yo tengo 3. Y eso que soy impar y tengo los ojos amarillos. Y Mendel me ha dado uno que va por el mismo camino.

Espero que sólo por el de los ojos. Porque ser impar tiene muchos inconvenientes. El mundo está diseñado en pares. Nadie mancha el exprimidor por un zumo de media naranja. Y es que todo está pensado en paquetes de pares. Como los cromosomas. Los viajes familiares. Los asientos de los coches. Las mesas de los restaurantes. Las camas dobles. Las ofertas del supermercado. Como las habitaciones de hotel. Que las pagas igual.
Lo impar no encaja. Pero existe. Y los pares no pueden negarlo. Como en el cuento de Cuadradito. Por cuatro esquinitas de nada. Cuatro esquinitas tiene mi cama. Y a los cuatro angelitos, que me la guardan, los tengo ahora mismo en la parra.

Así que aquí estoy, frente al damero, pasando del blanco al negro; del negro al blanco, jugando un solitario al que ganaré y perderé inevitablemente. Intentando combinar el picardías con las bragas de cuello vuelto. Emborrachando a la niña buena y conteniendo a la descarada. Aparcada frente a una puerta que me dirá mañana lo que debí saber ayer. Entrando en coma a plena luz. Y desvelada en las madrugadas. Alimentando mi cuadriculada puntualidad y orden. Y rompiendo la baraja a la hora menos pensada. Y, como impar que se precie, me miro desde fuera, para descojone de Urquijo. Y me pregunto, de tanto en tanto, ¿a ti qué narices te pasa? Pasa la vida. Y no quiero vida de pasa.
Peón cuatro Rey. Así abrimos las Blancas. Y ya me lo advirtió Parker...jugaremos hasta el jaque mate. Y lloraremos, como siempre, frente a un café, en vaso y humeante.
Salgo de mi propio cuerpo. Hablo de una forma extraña. Odio al tipo del espejo unos siete días por semana.
