top of page
Buscar

Nueve punto seis

  • Foto del escritor: Blanca Jal
    Blanca Jal
  • 3 feb
  • 4 Min. de lectura
El día que te conocí, llevabas todo el pelo engominado. Con esa cara de niño bueno, me miraste de arriba abajo. y dijiste que sí, que sí, que tú te venías conmigo.


Hace poco me hiciste recordar mis tiempos de Elefant Récords. Hace mucho escuchábamos sus grupos como los locos. A todas horas.

En aquel sofá modular de polipiel negro horrendo, en el que aprendí cosas que nunca me enseñaron en el colegio.

En el bar de Algora, donde estrené mi primer iPod, verde metalizado, comprado con mi primer premio de debate. Me sentía millonaria. Pero un poco corta. Tardé tres vinos y un bocadillo de alcachofas (sí, de alcachofas, tienen que probarlo, es un escándalo) en averiguar que había que girar el dedo para activarlo. Ya ven, soy de esa generación semi analógica. Lo táctil se me resistía. Como ahora, que sigo carente de tacto, si la ocasión lo requiere. O el ánimo lo anula.


Escuchábamos a Milkyway en sus conciertos y a Family en mi habitación azul. Esa que un día se inundó y vinieron los bomberos a limpiarla y alegrarme la vista. Cantábamos Superguay a pleno pulmón y Nadadora bajo el agua de la piscina de Calafell. Ese verano que estrené minifalda blanca en Barcelona. Cuando no me importaba enseñar las piernas. Y me entallaba las camisetas de Soixante Quatre. Y ponía sus pegatinas en mi carpeta de civil. Los escuchaba como premio entre obligaciones y contratos. Y me enganché a la Bien Querida. A su 9.6. Llámenme absurda, pero siempre preferí el nueve y pico al diez. Me parecía que denotaba mayor esfuerzo. Aunque me sirvieron de poco esos nueves. Y esos picos. Figúrense que hasta en Canónico me lo dieron. Y miren dónde estamos.



El día que te conocí en algún sitio y en algún lado, me agarraste sin más de la mano y me besaste con gran descaro. Y yo sentía que sí, que sí, que ya me estaba enamorando.


Atrapada en el 10 y sin derecho a réplica. Porque hay cosas que aún siendo privilegios, duelen como castigos. Ya saben que la suerte de la fea, la guapa la desea. Pero hace tiempo que se me bajaron el guapo y el deseo. A mi, que nunca me han gustado las medias tintas. La tibieza. Que nunca calculo bien los impuestos. Ni me interesan los intereses. Así nos va. Que ni nos va, ni nos viene. Bueno, eso sí, que no está el horno para sustos. Y los hipocondríacos lo agradecemos. Vale, Parker, que te oigo pensar que me enredo. What’s your problem? Si solo fuera uno. Pero hasta los cafés nos vienen de dos en dos.


Al menos en eso, no hay tibieza. Desenredo:


El sábado tuve una rabieta. Descomunal. Me la guisé y me la comí sola. Es lo que hacemos los adultos. He ordenado los armarios. Y no ha mejorado nada. Pero me he quedado en la gloria. Nada que ver con los buzzzzzzzzzzzzzz. Sil me dijo que ser fiel a uno mismo es el único camino. Y volví a Elefant Records. A mi 9.6. A la bien querida.


Un mes después cuando te vi, en otro sitio y en otro lado. Toda la noche sin dormir y con el cuerpo descolocado. Me dijiste que sí, que sí, que esto aún no se ha acabado.

Pero, my friend, ¿qué hacemos si la mal querida no sabe romper el círculo? ¿Qué hacemos si no quiero merendar galletas ni viajar a los sueños polares? Si no tengo ganas de fiesta, de que acabe el invierno ni volver a nadar el mar. De soñar el verano en el que fuimos novios. Si no quiero cambiarle el final. Si no quiero que borres mis huellas. Ni consigo olvidar alguna pena muy grande. Ni siquiera besándote en espiral cuando no mira nadie. Si me he perdido en el Camino de Kerouac. Si intento una despedida sin decir adiós. Si me fumo la vida. Si hoy también llegará recién peinado. Mientras ella tiene azul el corazón, de nadadora. Azul, de lunes. Azul, de triste. Azul oscuro. Casi negro. Y ayer al oírme llorar, no me acordé del calor de la casa de invierno. Me acordé de Family. De sus letras. De aquellos tiempos, cuando aún había tiempo.

Me cruzo con Don Emilio en los pasillos. Siempre me pregunta cómo estoy. Siempre respondo que muy bien. Los dos sabemos que mientoHoy no estoy muy bien, Don Emilio. Y, como en los viejos tiempos, me arrodillo. Y él me escucha. Él me entiende. Y Él me perdona. Ser fiel a ti mismo. Es todo a lo que, hoy por hoy, podemos aferrarnos. Ser fiel. Y me enveneno de azules. Porque, a veces, puedo estar callado.  Y, a veces, quiero estar callado.

 
 
 

Comments


bottom of page