- Blanca Jal
- 21 nov 2024
- 3 Min. de lectura
Una mujer le dijo a su marido: cariño, he tenido un sueño increíble; era mi cumpleaños y veía muchas joyas, collares pendientes, ¿qué crees que significa? Él, sonriente, respondió: tendrás que esperar hasta tu cumpleaños. Llegó el gran día y ella, emocionada, abrió el regalo que, con tanta ilusión, le entregaba su marido. Y ahí encontró, un magnífico libro titulado “La interpretación de los sueños”.

Que las mujeres somos sutiles y los hombres literales no es ningún secreto. Que, a ciertas edades y después de muchos desencantos, conviene caminar hacia la literalidad o la sutileza, según corresponda, tampoco.
Hay por ahí una escala de grises en la que o nos encontramos o asumimos vivir con la única compañía de un montón de gatos. Que también es una opción. Por si acaso, y porque soy cero gatuna, ahora me resulta hasta divertido deshacerme de las vueltas que solía darle a todo y decir, así en crudo, lo que quiero. Cuándo y cómo lo quiero, sin dejar lugar a la interpretación de los sueños. Aunque, a veces, me sonrojo. Y a veces, palmo en el intento.

Pero ¿qué quieren que les diga? Si para algunos asuntos echo de menos mis veinte años, en otros, le encuentro ventajas a haberlos superado. Cosas de esta edad en la que expresas satisfacción cuando, por fin, te sientas y si te preguntan qué te gusta en la cama, piensas en unas sábanas recién planchadas.
Tampoco he soplado tantas velas, aun no aplaudo mientras bailo, pero sé que lo mío ya no encaja en el concepto de líneas de expresión y mis pequeñas manías se van asentando. Volver a poner una canción porque no la estaba disfrutando al 100%, contar las horas que voy a dormir, no coger el primer detergente del lineal del súper. En fin, pequeñas cosas de la edad. Como la sensatez. Que me parece el gran descubrimiento de la cuarta planta.

No hay nada más sensato que tomar conciencia de uno mismo. Lo contrario es vivir en la ignorancia. Y eso, ya lo decía Platón, es encadenarse de un modo absurdo a la roca de una caverna. Si hay algo que valoro especialmente de esta fase preclara, es haber entendido que el verdadero atractivo de las personas no entiende de apariencias. Cuanto daño hizo Sharon Stone a toda una generación, haciéndoles creer que lo sensual estaba en el cruce de sus piernas. Había ahí, más allá de su buen ver, una escritora brillante, con una cabeza pensante y un saber hacer, que se llevaban de calle esas piernas.
Y, de acuerdo, lo cortés no quita lo valiente, pero cuando lo efímero desaparece, lo perenne reluce o brilla por su ausencia con mucha más fuerza.

Al final, no hay nada más atractivo que la amabilidad, la consistencia, la coherencia, el respeto, el cariño, la honestidad y la fidelidad. El buen humor, la humildad, el carisma, la madurez y el sentido de responsabilidad.
No se me ocurre nada más adictivo que esas personas que son personas. Porque se comportan como tal. Que ponen lo humano por encima de los instintos. La entrega por delante del egoísmo. El tú incluso a pesar del yo. Alguien que te quiere bien. Ni mucho ni poco. Bien.
Porque, permítanme la ordinariez, el amor es un poco como los pedos. Que si tiene que forzarlo, probablemente sea una mierda.

Si tienes que forzarlo, es que no es de tu talla. Esto sirve para zapatos, vestidos, anillos... Y también para las relaciones. Y no me refiero a que lo que resulta difícil de cuadrar, no merezca la pena. Pero sí a que una cosa son las circunstancias y otra la forma de gestionarlas. Es pura geometría. Y al final, no importa si la operación es compleja, porque todas las figuras encajan (excepto tres, de las que conviene huir: los círculos viciosos, las mentes cuadradas y los triángulos amorosos). Si algo es seguro es que esta vida es muy concreta. Limitada. Y, en el final, llena de sentido. Los días que tardes en empezar a vivirla, no vuelven. Lo que no hayas aprendido hoy, tendrás que aprehenderlo mañana. Lo que ahora no entiendas, encontrará sus razones. Y todo aquello con lo que sueñas, tendrás que buscarlo despierto. Porque, ya lo dijo Calderón, los sueños, sueños son.
