Coche amarillo, agua
- Blanca Jal
- 18 mar
- 4 Min. de lectura

La vida me ha cambiado en un segundo extraño. Demasiado brillo. Demasiado impacto. Me ha venido grande, para ser exacto. Ya sé que no es para tanto.
Es martes. Los niños están de viaje. Y no hay extraescolares. Resulta novedoso y extraño no tener que cuadrar agendas por primera vez en tanto tiempo. Tengo tantas cosas pendientes y tantas horas disponibles sin distracciones que difícilmente seré capaz de organizarme para llegar a todo. Pero ¿a quién le importa? Hace años que sé que no se puede llegar a todo. Hace días que está diluviando. Llevo varios buscando un cadáver en el coche. Huele de una forma tan intensa y repulsiva que me voy a volver loca averiguando de dónde proviene. Es un coche de madre. Con su natural tendencia al desastre. Pero está recién lavado. Lo llevé hace unos días y quedó como nuevo. No entiendo de dónde sale ese hedor. Reviso cada rincón. Ventilo constantemente y fumo, contra mis normas, porque casi prefiero el tabaco a esa peste inexplicable. El agua se ha colado por las ventanillas. El agua se ha colado por toda la ciudad. Por todos mis planes. Estoy empapada. De la cabeza a los pies. Diálogo incluido.
La gloria me ha tumbado en el segundo asalto. Demasiado humo. Demasiados pactos. Fue una rara pérdida de anonimato. Ya sé que no es para tanto.
El agua me está llegando al cuello y no sé si me ahogaré como esas ranas que cueces a fuego lento para engañarlas en una inicial y agradable agua fresquita que se torna mortal cuando ya es demasiado tarde para ellas. No he comido ranas en mi vida. Ni falta que me hace. Pero sé lo que es no saltar a tiempo por acomodarse en la zona de confort. La crónica de una muerte anunciada. A mí, en la zona de confort ya no me pillan ni de paso.
Esta mañana he tenido una larga e interesante conversación. Llena de planes y proyectos. Cargada de posibles escenarios. Desde mi coche apestoso. Hemos terminado tirando de refranero:
Ya cruzaremos ese puente, cuando lleguemos a ese río, he dicho.
Así es, sólo lo concreto es valorable.
Bueno, pues despacito y buena letra.
Sí, sí, despacito vas, pero tú no das puntada sin hilo.
Ya sabes, hay que tener amigos hasta en el infierno.
Pies de plomo, que no te puedes fiar ni de tu padre; bueno -rectifica -de tu padre, sí.
Compartimos la admiración por él, de eso no hay duda. En fin, pues muchas gracias por todo. Y así he puesto el tic a llamar asesor fiscal.

Tendría que haberme puesto con lo siguiente. Pero me he acordado de que tenía que recoger un uniforme en la costurera y justo dejaban un hueco de aparcamiento. Eso no pasa nunca. Era una señal. Y claro, me he acercado a ver a Parker. Les diré que para ser de Bilbao lleva la lluvia peor que yo. Y el pestazo del coche, ni les cuento. Pero, tía, que me asfixio. Encima de que te llevo. Encima de que te escucho. Touché. Encima de que me aguanta. Cuando no me aguanto ni yo misma. Pero ¿qué quieren que les diga? Con todo lo que aguanto, ya me va bien. Que estoy cansada de aguantar gilipolleces. Cansada de aguantarme las ganas. De aguantar en mi puesto la cabeza tranquila, cuando todo a mi lado es cabeza perdida. Kipling, qué grande eres.
Amante de las causas perdidas. Creías que sería el mejor. Cuidado con las expectativas.
Y miro mi agenda, llena de líneas sin sus tics. Me da que se me va a escapar el martes como un domingo lisonjero. Me da que con esta lluvia no me desharé de la peste del coche. Me da que, a veces, las mujeres sí lloran. Y no siempre facturan. Pero ya me lo ha dicho el asesor, sólo lo concreto es valorable. Pues hoy, concreto, concreto, ni llanto, ni factura. Y ya me puedo poner a quitar tics, que se me acumulan las líneas y mañana vuelven mis viajeros con su coche amarillo, agua. A ver si nos centramos un poco. No sólo yo, que los de la novena a la virgen de la Cueva también van pasados de rosca. Y es que los excesos, incluso en la devoción, no son buenos. Así, que creeremos un ratito en Dios. Porque sabemos que Él dispone. Pero sin olvidar que eres tú quien propone. ¿Qué le vas a proponer? Apúntalo en la agenda. Que la semana es muy larga. Y aún es martes.

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