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Dos minutos

  • Foto del escritor: Blanca Jal
    Blanca Jal
  • 22 jul 2024
  • 3 Min. de lectura
“Cada dos minutos cambio de opinión, si me roza el corazón con el filo de sus labios” Despistaos

Mojé mis labios con añadas de Viña Ardanza mucho antes de mi primera copa. Nada poco frecuente entre los niños riojanos. A pesar de ello, en algún momento me torcí y me hice más de blancos. Y es que siempre fui de mala cosecha y de mal paladar. Al menos, en materia de vinos. La cosecha no tiene remedio. Uno es de la quinta que le toca. Y punto. Al paladar, aún podríamos educarlo. Como en casi todo, es cuestión de voluntad y tiempo.

“Cada dos minutos, desesperación, se acomoda en mi colchón y casi no deja espacio”

Puede que haya voluntad, pero ¿tiempo? Depende, supongo. Es curioso este afán por medir, fraccionar, cuantificar y dominar algo tan relativo e incierto. Recurrimos al tiempo para todo. A las 9 dejo a los niños en el cole. A y cuarto estoy dónde me esperen. Aquel viaje del noventa y dos. Vacaciones el 1 de agosto. Veinte minutos y me voy. Vivimos con reloj y calendario en mano como si pudiéramos controlar el tiempo, cuando en realidad no podemos controlar nada.

“Cada dos minutos cambio de estación. Primavera, en un rincón se atrinchera y verano”

Nos preguntan la edad, como si eso dijera algo sobre nosotros. ¿Y qué más da? No es el tiempo vivido el que cuenta. Si te preguntan cuántos años tienes, mejor responde que no lo sabes. No sabes si los días que no han pasado son suficientes para reír. Vivimos un poco anclados en esos que ya acabaron cuando, en realidad, a nadie le importan. Ni siquiera a ti mismo. Son los días que te quedan -que no los sabes -los que cuentan. Lo que harás con ellos. Reír. Soñar. Sembrar. Apostar. Aprender. Abrazar. Disfrutar. Experimentar. Amar. Básicamente, vivir.

“Cada dos minutos pierdo la razón, me abandona la ilusión, me tropiezo y me caigo"

¿De qué sirve vivir cien años si no vives en absoluto? Si hay días que valen como una buena vida y vidas que son como un mal día. A quién madruga, Dios le ayuda. No veo en el refrán una cuestión de horario. Sino de aprovechamiento. De sacarle el jugo a las horas y vivirlas en un no sea que…De encontrarle el sentido a esas horas y ponerlas en manos de aquellos que las merecen. De negárselas a aquellos que no. Y de aprender cuanto antes a diferenciar a unos de otros. Porque el tiempo, tan cuantificado y bajo control como queremos tenerlo, es incierto. Lo único cierto es hoy. Es ahora. No es la hora.

“Cada dos minutos, recuperación, me despierta en el salón y me levanto despacio”

Puedes mirar al pasado con nostalgia y al futuro con intención. Pero sólo el presente significa regalo. Puedes añorar esos días en los que jugabas a ser mayor. Y planificar aquellos otros en los que realmente lo serás. O puedes dejar de mojarte los labios y empezar a beberte la vida en copas de tinto. No sea que. Y, sí, verás la lágrima. Y, sí, dejará poso. Y, sí, es posible que te manches. Pero de nadie se dijo que vivió feliz, por morir impecable. No sabes cuántos años tienes. Quizá no tienes años. Quizá tienes diez semanas. O treinta y siete días. O dos minutos. ¿Qué vas a hacer con ellos?



 
 
 

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