Je suis comme je suis
- Blanca Jal
- 3 abr
- 4 Min. de lectura
Te exhibes tan hermética. Niña triste hiperestésica, en tu forma de mirar. Sintética. Entre la multitud, mimética. Resultas tan eléctrica...
No sé cuántas veces me habrá dicho Parker y me seguirá diciendo tú no eres como ellos. Dice mi padre que él es medio tonto, pero como el mundo está repleto de tontos enteros, más o menos, le van bien las cosas. Pues eso, que yo me entero de lo que quieres decir, pero eso no significa que lo entienda al 100%, ni que no necesite tus constantes recordatorios. Y es que yo, my friend, soy como aquel poema que Mosieur Jenesaisquoi se empeñó en que me aprendiera y, peor, fuera capaz de pronunciar correctamente: Je suis comme je suis. Con lo jodidas que eran las jotas para la joven Jal. Y lo que yo odiaba el francés. Más aún después del cachondeo que generé un lunes que aparecí en clase y comenté que el finde me había hecho el francés. Pits, que no daba crédito, me hizo repetirlo. ¿Qué te has hecho quéeee? El francés, solté entusiasmada mostrando mi primera e impecable manicura. Se pueden imaginar el día que me dieron. Además de la recomendación de que, en adelante, la llamara la francesa. O me las pintara de rojo. Para evitar confusiones.

En fin, pues eso, que mi experiencia con el francés no es maravillosa, pero que je suis comme je suis y no tengo ninguna intención de ser como ellos, signifique lo que signifique.
Parker lo resume como una forma diferente de entender la vida. Las relaciones, sobre todo. Una especie de impronta norteña que me imposibilita para una adaptación plena a este pequeño y peculiar mundo en el que caí, por razones varias que hoy no vienen al caso. Ya me lo había dicho Beita hace muchos años. Pero teníamos entonces la protección de la capital con ese carácter cosmopolita que diluye las idiosincrasias y nos convierte en una especie de todo frente a los gatos. Que, como nunca te encuentras con uno de pura raza, terminas por identificarte con cualquiera que no lo sea.
¿Qué quieres que te diga? ¿Que mi vida va genial? ¿Que todo transcurre tal y como lo pensé, tal cual, sin más?
También me lo dijo don Ángel, pero de un canalla, que decía él que era poco pirata para tanto barco. Y el barco, para los de la Logse, era yo. Y yo no sé si soy un barco. En su caso, a la deriva, tantas veces, que me cuesta marcarle el rumbo. Pero hay una constante que, aunque me mantiene a flote, me ha hecho meterme en demasiadas tormentas que no eran para mí. A pesar de las cuales, me niego a soltarla. Porque no entiendo otra forma de gobernar mi vida que con total y absoluta lealtad.

Y, ¿saben? Esto me genera grandes conflictos. Porque empeñarse en no fallar a otros implica tragar con la decepción como parte del menú. Casi a diario. Porque ser leal hasta la muerte, muchas veces, te mata. Y, porque si uno es sólo medio tonto, le produce una gran frustración cuando siente que un tonto entero se la ha metido doblada. A veces, me gustaría al menos aclarar que sí, que me la han clavado, pero que sepan que lo vi venir, lo deje llegar y me la envainé. Y fui consciente en todo el proceso. Pero ¿de qué serviría? Pues eso.
Tú no eres como ellos. Resuena en mi cabeza y no consigo descifrarlo. ¿Qué quieres que le haga? ¿Qué no sea como soy? Imposible. ¿Que me mimetice? Pues no creas que no lo intento. Y, oigan, que no se me da mal. Pero me supone un esfuerzo tremendo. Me agota mentalmente. Me satura. Me desnaturaliza. Me desequilibra. Y yo, lo que más necesito, hoy por hoy, es equilibrio.
Confía en mí, ¿nunca has soñado poder gritar? y te enfureces. Es horrible el miedo incontenible.

Tú no eres como ellos. Me volverás loca con esas intrigas. Que no sé si es un halago. Una amenaza. O una sentencia. Que no sé cómo son ellos. Quiénes son ellos. Y que me pasará por no adaptarme.
Tú no eres como ellos. Yo qué sé. Yo soy como soy. Y, sí, sé que a menudo parezco tonta. Que parece que no me entero. Que me quedo atrás. Que lo dices por mi bien. Que te preocupas. Y crees que ves mis caídas antes que yo misma. Sólo quiero que sepas que te lo agradezco. Que a mí también me preocupa. Y que veo las caídas tan temprano como tú. A veces, antes. Pero no me importa. O sí, me importa. Me duelen. Me quiebran. Me achican. Pero me compensan. O no. No soy capaz de evaluarlo. Porque sé que me quedan unas cuantas. Simplemente, las acepto. Porque yo soy como soy. Y puedo cambiar muchas cosas. De hecho, he cambiado muchas cosas. Pero hay otras, Parker, que no sé si vendrán del norte, de mi diáspora familiar, de la experiencia vital o de una infancia peculiar, pero se van a quedar pegadas a mí, haga lo que haga. Y, entre ellos, habrá quien las utilice y deseche y quien las aprecie y abrace. Mientras no me falten abrazos, siempre seré como soy, amiga mía.
Esta noche, te invito a mi fiesta. Tendremos música, chicles y luces tecnicolor. Te espero sentada en la silla del despacho azul. Bebiendo Fanta Naranja y Colajet de limón.
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