Los héroes de la Transición
- Blanca Jal
- 13 nov 2020
- 5 Min. de lectura
Recuperado de "Ya lo entenderás cuando seas mayor" (11/02/2013)
Y es que a veces...pasa que te enamoras
Nadie se olvida de los grandes amores. Ésos que te hacen caminar a tres centímetros del suelo, que te dan ganas de bailar bajo la lluvia, que te hacen sonreír y ponen una pegajosa banda sonora en tu cabeza. Ésos con los que vuelas sin alas y viajas sin billete. Los te quitan el sueño, el hambre y juegan con tu reloj.
Ésos que te inundan de canciones, de risas, de frases vuestras, de momentos, de recuerdos, de nuevos puntos de vista, de nosotros. Esos grandes amores que marcan un antes y un después; ésos que sacan la mejor versión de ti mismo, que ponen tu mundo del revés, que te convierten en alguien tan tan especial que de pronto estás encantado de conocerte.

Ésos que bien podrían encontrarse en una gran novela, de la que eres protagonista y en la que para los demás sólo quedan papeles secundarios. Ésos en los que terminas creando un nuevo lenguaje y no hay diccionario que os traduzca. Porque somos tú y yo contra el mundo, y ya no hay problema que no se arregle con un beso.
Amores que te hacen preguntarte ¿cómo es posible que yo haya podido vivir hasta ahora? Y te hacen pensar que ya no podrás vivir si te faltaran.
Amores eternos, sin duda. Y que por eso a veces se acaban. Y todo lo que tan eterno amor aligeró durante un tiempo, pesa después tanto tanto que por un momento piensas que te has muerto un poco. Y ya no te gusta la lluvia; tienes miedo al domingo; pasear no tiene ninguna gracia; y jugar es cosa de niños. El mundo se ha vuelto inoportuno y vulgar. La gente tiene el mal gusto de decir su nombre, hablarte de una boda y poner vuestra canción. O vuestras canciones, porque ahora todas son un maldito latigazo que te recuerdan lo que has perdido, que se ríen de ti y hasta te acusan de no estar a la altura. Podría decirse que algunas canciones son una puñetera profecía en la que aprendes que toda la culpa es tuya.

El mundo entero conspira. Van a por ti. Y no eres capaz de quedarte sin gel o perder el autobús, ni de tropezar o mancharte la camisa sin pensar que todo es efecto directo de lo que ha ocurrido. No levantas cabeza, ni quieres. Te regodeas en tu miserable miseria y si hace falta recurres a la cebolla para seguir llorando.
Peeeeeero -gracias a Dios, siempre hay un pero, por inoportuno que sea a veces, en estos casos aprecias su valor -la vida sigue y tú eres normal. En tu paso del blanco al negro, el mundo sigue girando en escala de grises y siempre hay alguien por ahí que te lo recuerda.
Y un día te animas y sales, o no te animas y te sacan con tu cara de payaso triste, pero sales. Y vas recomponiendo tu puzzle, hasta que hola, mundo vuelvo a ser yo. Y todo lo que ocurre desde el fin del mundo hasta el nuevo novísimo Big Bang forma parte de la Transición. Un periodo por el que pasas un poco zombi, un poco roto y bastante ajeno al resto del planeta. Un momento en el que son los demás los que tiran de tu cuerda y te reincorporan al teatro. Porque, señores, el espectáculo debe continuar.

Y quienes reconstruyen tu ego y te resetean son, en definitiva, los héroes de tu Transición.
Todos aquéllos sin los que habría sido más complejo recomponerte y a los que, a pesar de todo, nunca estamos lo bastante agradecidos. Son esos nombres, momentos, recuerdos, frases que nos llevan del camino de la miseria al del mundo, pero que nos permitimos el lujo de olvidar, porque a veces pasa que te enamoras... Pero, seamos realistas, otras veces, no.
Y ni brillo en los ojos, ni mariposas en el estómago, ni nudos en la garganta. Porque el amor, entre sus muchos misterios, es una cuestión de oportunidad. Lo de la media naranja y las almas gemelas está muy bien, pero al final de lo que se trata es de estar en el momento oportuno y en lugar adecuado. Y por eso tantas veces nuestros héroes son personas fantásticas que simplemente no aparecieron oportunamente y encima de sacarnos del hoyo se quedan en el olvido. Y aún peor, es que cada uno de nosotros ha sido héroe olvidado en algún momento en el que quizá no entendimos por qué no era el momento.
Es justo dar a estos héroes el lugar que les corresponde. Y, por eso, hoy brindo por aquel chico que se atrevió a pedirte el teléfono, que te invitó a cenar o te llevó al cine y de cuyo coche bajaste en un nanosegundo para nunca volverlo a ver. Brindo por aquella chica con la que hablaste el sábado, porque ibas por la duodécima copa y te comías el mundo, pero a la que nunca llamaste el domingo porque ya se te habían indigestado las copas y el mundo. Brindo por el eterno amigo.

Por el paño de lágrimas. Por ése que escuchó cada uno de tus desahogos y esperó su gran momento hasta que tuvo que escuchar también que habías conocido a alguien nuevo. Brindo por los amigos raros. Por cada uno de los que se han sabido plan B. Brindo aún más por los pobres que ni sospecharon serlo. Por quienes creyeron que con tu llamada se abría el Cielo. Por los que soñaron con ser tu viernes noche y por los que lo fueron sólo porque estabas de subidón y te prometiste que este viernes en casa no me quedo.
Brindo por aquel chico que te hizo reír. Por aquel otro que te robó un beso en esa noche en que, tú lo sabes, los tenías de oferta. Por esa chica que se le parecía un poco, pero no era ella. Por las conversaciones que aclaran que sólo somos amigos.
Brindo por el verano. Por las noches de verano. Por los jueves. Por los que tienen buen perder. Por la deportividad. Por esa amiga que nunca os dejó a solas. Por esas copas de las que esperaste algo y no te dieron ni el cambio. Por aquella pobre desconocida a la que encandilaste en un bar porque te pareció que un conocido de una amiga del novio de su prima os estaba mirando. Por ese amigo que te quitó el teléfono justo antes de pulsar la tecla verde a las 6 de la madrugada. Por los que dicen que mereces algo mejor y consiguen que te lo creas. Por los protagonistas, los secundarios y los extras de tu Transición.
Brindemos por todos ellos. Por los héroes de la Transición. Porque de todo se aprende y no sólo de grandes amores vive el hombre.
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