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Siempre vosotros

  • Foto del escritor: Blanca Jal
    Blanca Jal
  • 5 may 2022
  • 4 Min. de lectura

Oigo sonar sevillanas desde la ventana. Ya huele a feria y por aquí todos se preparan. Hay un cierto aire festivo. Un anticipo de lo que está por venir. Hace días que veo la puesta a punto del Hontoria. El suelo de albero. Las casetas montadas. Pequeñas obras en las calles colindantes. Todo a punto para una feria muy deseada. Y, mientras Jerez cuenta los días para su gran semana, yo echo la vista atrás, a esa primera vez que estuve en este mismo recinto, hace ahora cuatro años.



Dr. Livingstone llevaba ya unas semanas aquí. Así que llegué sola. Bueno, no tan sola. Con Zape en un carrito. Zipi en la barriga. Y un enorme sapo en la garganta.

Fuimos a comer al Bosque. Dr. Livingstone tiene un tío divertidisimo y ahí estábamos, entre risas, cuando me preguntó:

- y tú ¿qué? ¿Ya echas de menos tu casa?

Y, como dicen aquí, así del tirón, se me cortó la risa, se me escapó el sapo y dos lagrimones me subieron directos a los ojos, en pura tensión. Como esas piscinas infinity que están siempre a punto de desbordarse. Como en esos dibujos japoneses que veíamos al salir de clase. Como la risa de misa, cuando sabes que ni puedes ni quieres reírte, pero no hay forma de contenerla.

Pues sí. Echaba de menos mi casa. Como nunca. Tengo yo bastante callo en esto de las mudanzas y cambios de ciudad. Y siempre lo he llevado bien. Demasiado bien. Porque soy poco fan del para siempre. Y puede que eso fuera. Que Jerez era para siempre. Y siempre es una jartá

Y ahí estaba yo, para siempre, en esta ciudad que tanta fiesta promete y a mí tantos ratos de aburrimiento me daba. Con un bebé que, según me insistían, no tenía nada mío -mis genes, mi apellido, mi tiempo, mi cansancio, mis desvelos, mis renuncias…total, nah -y otro en camino. Con todo el tiempo y nada de tiempo para rehacer por completo mi vida. Con mil kilómetros de distancia a casa. Como para no echarla de menos…Y para siempre.



Yo, que siempre he sido un ser social, me decía hola y me contestaba ¿qué tal? Y hasta ahí llegaba el monólogo interior. Una juerga, vamos. Y, aunque Jerez no tiene la culpa, casi todos los días me sentía un poco como David Summers en Nassau -qué coño haré yo en las Bahamas -sin coche, sin novia y con la espalda como el culo de un mandril. Todo bien.

Tampoco es que hayan pasado 30 años, ni peine yo canas para echar la vista atrás con mucha autoridad, pero ¡qué diferente es Jerez ahora! Y qué claro tengo a qué se debe. O a quién. A esas personas que han hecho que, cuando visito mi norte, sea en Jerez donde dejo mi casa.

Y es que casa no es un concepto geográfico. Ni urbanístico. Ni físico. Casa eres tú y las personas que te hacen sentir en casa. Y hoy quiero brindar por ellos. Por vosotros.

Por mí. Por saber lo que quiero. Aún mejor, lo que no quiero. Por haberme rodeado de gente que me quiere. Así sin más. Sin condiciones o evaluaciones.

Por esa gente. Porque dicen que escasea y yo tengo aquí al mejor equipo. Porque siempre están y, en las duras, están mucho más.

Porque tienen un master en psicología, un gabinete de crisis, un centro de risoterapia y una poción mágica criada en bota de roble americano.

Porque sois como una empresa bien organizada, en la que el balance de resultados se mide en bienestar.

Porque con vosotros no hay que fingir y el postureo está de mode. Porque si uno dice digo y luego dice Diego, todos recuerdan que fue Diego lo que dijo. Y punto.

Porque, con vosotros, la memoria es para los favores y el olvido para las ofensas. Porque en la vida a veces se gana y a veces se pierde, pero con vosotros, siempre gano.

Porque ocho ojos ven más que dos y todas las íes necesitan su punto. Porque habéis hecho de Jerez mi casa. Y de cualquier tarde, un lunes de feria. Porque con amigos se ríe y se llora mejor.



Porque hay hermanas que no llegan en la infancia. Porque habéis conseguido que diga ojú, ea y omá sin acento, pero con naturalidad. Porque qué poco digo que os quiero, pero cuántas veces lo pienso. Porque con vosotras, norte y sur no es una escisión. Porque ya sois casa, sin comer ficha ni contar veinte.

Por los mensajes de qué haces-nada-voy. Por los luego te cuento. Porque donde caben dos, caben tres. Y cuatro. Porque la C y la B están tan cerca que tampoco nos va la cosa de una letra. Porque, como en el cuento, da igual Zaragoza o el charco, que todo es Fuenteovejuna. Porque hacéis de la necesidad, virtud, signifique lo que signifique.

Porque sois la red bajo los pies, por la que mantengo el equilibrio. Porque no os vais a librar de mí tan fácilmente y vamos a subir las ventas de Croft. Y de cartas Pokemon. Porque no tengo ninguna repet y mi álbum mola una jartá. Como el siempre de Jeré. Que ya no da tanto vértigo. Ni hace nudos. Ni libera sapos.

Porque ya era de Siempre así y ahora ya soy de Siempre vosotros.

Por todo eso y tanto más, gracias, my friends.


 
 
 

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