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Te doy mi palabra

  • Foto del escritor: Blanca Jal
    Blanca Jal
  • 6 ago 2024
  • 4 Min. de lectura
He muerto y he resucitado. En otra vida. En otro mundo. Los Secretos

Voy conduciendo. Mamá, de copiloto. Subo el volumen y acompaño a Taburete con eso de y la verdad es que yo estoy calentándolo más, esperando que abras las piernas y me dejes pasar

-Desde luego, hay que ver las canciones de hoy, cómo son -dice la madre

Como yo no me callo, suelto:

-Pues como las de antes, pero sin sutilezas. A ver qué te crees que decía el que quería ser un pez mojado en ti; y Luis Miguel, que ya en la cena le metía mano por debajo de la mesa ¿qué? Anda, que os pensaréis las de tu generación que habéis tenido esa pila de niños bailando pegados. Porque bailar de lejos no es bailar, ¿no?

Y mi madre se descojona.



Y es que últimamente, con nuestros más y nuestros menos, disfruto mucho de ese click que hemos hecho. Que, con la misma diferencia de edad que nos gastábamos en mi primera juventud, ahora parece que se escapan la madre y la hija y se encuentran las dos mujeres que hablan, en cierto modo, el mismo idioma

Desperté con resaca y busqué, pero allí ya no estaba. Los Secretos

Hoy no te pido la palabra, amigo. Porque, con tu permiso, mejor te voy a dedicar algunas:

Son nuestros padres un privilegio que damos por hecho. Un par de antiguos que nos lo dan todo y a los que exigimos más. Los que nos aburren con sus normas. Sus limites. Y sus rollos sobre en esta casa esto o bajo mi techo aquello.

Son los que de niños pensábamos que lo sabían todo. Luego, descubrimos que no tenían ni idea. Que no entendían nada. Y, allá hacia nuestros treinta, nos sorprendieron con todo lo que habían aprendido en sólo diez años. 



Y ahora que nos vemos en su piel, empezamos a entender que los que no sabíamos nada éramos nosotros. Y que difícilmente les llegaremos a la suela del zapato. Y justo ahí, cuando tenemos que tirar de nuestra prole y empezar a atender a nuestros mayores, nos entra ese extraño miedo a perderlos y esa reveladora certeza de que no son eternos. Esto, en el mejor de los casos, porque todos tenemos cerca amigos con peor suerte, por haberlo comprobado demasiado pronto

Agárrate fuerte a mí, María, que esta noche es la más fría y no consigo dormir. Los Secretos

Ay, amigo mío, no sé qué decir ni qué hacer para verte feliz. Si ahora lo que te toca es estar triste. Y hasta Disney nos ha enseñado que hay que dejar hueco a todas las emociones, porque no sólo de alegrías vive el hombre.

Sólo puedo decirte que valores la suerte -el tiempo -que has tenido. Y que seas, para tus hijos, el padre que hoy aprecias más que nunca. Que vivas. Y abraces. Que rías y llores entre recuerdos. Que te dejes querer. Y te dejes cuidar. Y cuides y quieras. Porque eso es todo lo que nos vamos a llevar de esta montaña rusa que es la vida. 

Que copies lo bueno. Y olvides lo no tan bueno. Y que sepas que algunos hemos aprendido mucho de este fin de julio. A valorar. A agradecer. A atesorar. Porque no sabemos qué día nos llegará el bofetón, pero llegará. Y ahí estarás tú para abrazarnos. Y ahí estarán los micros y las macros. Los buenos y los malos momentos. Todos ellos, pacharán.



Y sí, somos tan estúpidos, que en cualquier momento volveremos a pensar ¡ay, mi madre, qué latosa es la pobre! O ya llamo a casa otro rato, que voy con prisas. Pero igual hoy alguno reflexiona y achucha un poco a esos antiguos que lo dieron y lo dan todo por nosotros. O llama sólo para ver qué tal. O dice que sí a ir comer el domingo

Porque son nuestros padres un valor seguro. Un refugio donde siempre podremos ser gilipollas y queridos al mismo tiempo. Una escuela de estilo, usos y costumbres que, nos gusten o no, nos van a acompañar siempre. Una impronta que va más allá del apellido

No, a mí tampoco me divierte estar así, si no me imagino cómo podré estar sin ti. Los Secretos

Un par de referentes que, desde aquí o desde ahí arriba, nos guían y nos cuidan. Un regalo que, tantas veces, nos permitimos el lujo de ignorar. Pero que siempre está ahí para desenvolverlo y descubrir la suerte que tenemos.

Así que cuando vayas conduciendo, recuerda que ahora tienes un gran copiloto. Y procura no escandalizarle con las burradas que, a veces, te da por soltar. Aunque estoy segura de que, digas lo que digas, él ahora también se descojona. Te abrazo fuerte, my friend




 
 
 

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